"Llegamos a radio Cronos, amenazamos al operador que había y nuestro operador empezó a intentar transmitir la proclama que teníamos grabada. No lo logramos, el transmisor estaba dañado." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Conseguí un vehículo, un Austin Cooper, y en él junto a Marcelo Romo y otros dos compañeros partimos rumbo a la radio Minería. Esta radio estaba en un pasaje y cuando llegamos al fente de la radio había un camión militar con una punto cincuenta. Logramos, retroceduendo, arrancar." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Me fuí a presentar a la radio Nacional, tenía que tomar la conducción ya que yo encabezaba las tareas de comunicaciones. En cuanto llegué supe que nos habían volado la antena y que estábamos sin posibilidad de llegar al medio público. Teníamos nosotros un compromiso que era reproducir un discurso que grabó Miguel Enríquez en una cinta, ese discurso daba las instrucciones del MIR para el caso de un golpe" (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Tomé mi arma, que era un arma bastente grande, una Colt Super Auto, calibre 38 de balas largas, y me eché una caja de balas. Me puse mi chaquetón y no tenía vehículo, así que me fui colgado de un trolley hacia el centro de Santiago, donde me fui conlgado, incluso, sobre el parachoque" (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"El día 11 de septiembre mi mujer se fue temprano, a las siete y media, a su trabajo. Yo, como era normal, me puse a escuchar la radio y supe del golpe. Escuché a Allende, me fuí de espaldas, y pensé que en verdad era súper grave el escenario." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
El expediente cuenta con seis ilustraciones, una postal y una animación realizados a partir del testimonio de Lautaro Videla que se encuentra en el Archivo Oral de Londres 38, espacio de memorias.
Postal de difusión de Trazos de memoria: Ilustraciones animadas creadas a partir de los testimonios del archivo audiovisual de Londres 38, espacio de memorias.
"El militar me abraza y empieza a caminar conmigo hacia la puerta, me dice "Mire, mire, mire mijo, vaya al Estadio Nacional y ahí hablé con él -me dio un grado y un apellido de alguien- y ahí debe estar su hermano". El pelao que estaba abrió la puerta y yo salgo a la calle, por la Alameda, por todas partes, todo el mundo me perseguía, yo estaba convencido de que casi me habían dejado salir para perseguirme. La verdad es que logré salir del Estadio Chile, con las patas y el buche y, a pesar del miedo, a partir de ese día entré en la clandestinidad." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).