"Después nos allanaron varias veces, eran muy violentos, venían buscando a Mauricio, pero como no estaba, daban vuelta todo. En la pieza de mis dos niñas, sacaban los colchones por si acaso tenía armas o algo. Nos mantenían en el hall, no podíamos movernos y ellos se apoderaban de la casa, era terrible. Pero nunca encontraron algo, si nosotros no teníamos nada." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"El día de su cumpleaños nosotros esperábamos a Mauricio para tomar té, pero no llegó. En eso, recibo un llamado telefónico y dicen: -“¿Hablo con la mamá de Mauricio?” -“Sí” -respondí -“Señora, Mauricio quedó de juntarse a las tres de la tarde conmigo y no apareció” -“Qué significa eso?” le pregunté -“Bueno, seguramente pueden haberlo tomado o puede haberse atrasado, pero vamos a esperar” Como a las ocho de la noche volvió a llamar la misma persona y me dice -“No ha aparecido Mauricio por acá ¿y en su casa?” -“Tampoco” dije -“Entonces, lo tomaron” me dijo el joven y colgó." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"En los días siguientes fuimos ahí a Santa Mónica a dar la cuenta, hicimos un recurso de protección y todo eso. En eso un amigo mío, que era socialista, me dijo: “Creerás que ahí donde estábamos nosotros, en Londres 38, lo han hecho una casa para retener a los niños”. Hasta ahí sabía eso no más, ahí se me ocurrió a mí ir con un cura de San Lázaro. Estaba segura que ahí estaba mi hijo porque lo habían tomado por ahí en el centro. " (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Cuando llegamos a Londres 38, preguntamos por Mauricio, preguntamos si estaba detenido ahí. Entonces ese hombre me dijo: “Señora, usted está loca, aquí no hay detenidos ni nada por el estilo” y nos cerró la puerta." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Le toqué de nuevo y cuando abrió le dije: “Señor yo sé que mi hijo está aquí y no sólo mi hijo, hay varios detenidos aquí”. Ahí me dijo: “Mire si siguen así, los dos van a entrar y van a saber si hay detenidos o no”. El Padre me tomó y me dijo: “Mejor vámonos”." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Cuando l legué habían sesenta a setenta personas, que era el promedio de personas que había regularmente, aun que podían llegar incluso a cientoveinte, ya que la DINA estaba permanentemente operando, interrogando, torturando y simultáneamente analizando la información para salir a detener más gente durante las noches o en las tardes que era cuando la casa se llenaba. " (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Recuerdo fuertemente el día en que el guatón Romo tiró a mis pies a Muriel y me dijo: “Aquí tienes una de las tuyas”. La Muriel lloraba. Desde ahí la Muriel y yo no nos separamos nunca más, salvo cuando éramos llevadas a interrogatorio." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Estábamos abajo, en el primer piso. Los interrogatorios y la tortura se pasaban en el segundo piso. Y en esas circunstancias, donde el lugar común dice que uno calla, que no se dice nada, nosotras empezamos a hablar en voz baja. No conversábamos obviamente acerca del MIR o de lo que hacíamos mientras militábamos, hablamos de nuestras vidas. Así que ella me contó de su familia, de cómo había caído; me contó que había estado detenida antes junto a su marido, en el AGA." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).
"Como estábamos vendadas y no nos conocíamos, nos quisimos entonces describir. Dijimos: ¿Cómo eres tú? y la Muriel me dice describiéndose: “Mira, yo soy alta, mido tanto, tengo el pelo largo, rubio”, etc. También lo hice yo: “Mira yo soy flaca, mido tanto, soy de pelo largo”, le dije." (Extracto que acompaña a la ilustración en el libro).